UNA NUEVA PRIMAVERA ESPIRITUAL


«Si se promueve la lectio divina con eficacia, estoy convencido de que producirá una nueva primavera espiritual en la Iglesia… La lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada por la oración permite ese íntimo diálogo en el que, a través de la lectura, se escucha a Dios que habla, y a través de la oración, se le responde con una confiada apertura del corazón… No hay que olvidar nunca que la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro camino»

Benedicto XVI, 16 septiembre 2005


HISTORIA Y PASOS DE LA LECTIO DIVINA




INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO





miércoles, 3 de diciembre de 2014

Audiencia general de Papa Francisco - Miércoles 3 de Diciembre 2014: "Oremos al Príncipe de la Paz por los frutos de mi viaje a Turquía".

Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
Pero, no parece una jornada muy buena, un poco fea. Pero vosotros sois valientes, pero 'al mal tiempo buena cara' y vamos adelante.
Esta audiencia se desarrolla en dos lugares distintos, como hacemos cuando llueve. Aquí en la plaza y los enfermos están en el Aula Pablo VI. Yo ya les he visto, les he saludado y ellos siguen la audiencia a través de las pantallas gigantes porque están enfermos y no pueden estar bajo la lluvia. Les saludamos desde aquí con un aplauso, todos.
Hoy quiero compartir con vosotros algunas cosas de mi peregrinación a Turquía del viernes al domingo pasado. Como pedí prepararlo y acompañarlo con la oración, ahora os invito a dar gracias al Señor por su realización y para que puedan surgir frutos de diálogo tanto en nuestras relaciones con los hermanos ortodoxos, como con los musulmanes, y en el camino hacia la paz entre los pueblos. Siento, en primer lugar, el deber de renovar la expresión de mi reconocimiento al presidente de la República, al primer ministro, al presidente de los Asuntos Religiosos y a las otras autoridades que me han acogido con respeto y han garantizado el buen orden de los eventos. Y esto es trabajo, y ellos han hecho este trabajo con gusto. Doy gracias fraternalmente a los obispos de la Iglesia católica en Turquía, el presidente de la Conferencia Episcopal, muy bueno, y le doy gracias por su compromiso con las comunidades católicas. También doy gracias al patriarca ecuménico, su santidad Bartolomé I, por su cordial acogida. El beato Pablo VI y san Juan Pablo II, que ambos fueron a Turquía, y san Juan XXIII, que fue delegado pontificio en esta nación, han protegido desde el cielo mi peregrinación, que ha tenido lugar ocho años después de la de mi predecesor, Benedicto XVI.
Esa tierra es querida por cada cristiano, especialmente por ser lugar de nacimiento del apóstol Pablo, por haber acogido los primeros siete concilios, y por la presencia cercana a Éfeso, de la "casa de María". La tradición dice que allí ha vivido la Virgen, después de la venida del Espíritu Santo.
En la primer jornada del viaje apostólico he saludado a las autoridades del país, en su mayoría musulmán, pero en cuya Constitución se afirma la laicidad del Estado. Y hablamos con las autoridades sobre la violencia. Es precisamente el olvido de Dios, y no su glorificación, lo que genera violencia. Por esto he insistido en la importancia de que los cristianos y musulmanes se comprometan juntos por la solidaridad, por la paz y la justicia, afirmando que cada Estado debe asegurar a los ciudadanos y a las comunidades religiosas una libertad de culto real.
Hoy, antes de ir a saludar a los enfermos, he estado con un grupo de cristianos y musulmanes que celebran una reunión organizada por el dicasterio del diálogo interreligioso, bajo la guía del cardenal Tauran. Y también ellos han expresado este deseo de ir adelante en este deseo de continuar adelante en este diálogo fraternal entre católicos, cristianos y musulmanes.
En el segundo día visité algunos lugares-símbolo de las distintas confesiones religiosas presentes en Turquía. Lo he hecho sintiendo en el corazón la invocación al Señor, Dios del cielo y de la tierra, Padre misericordioso de toda la humanidad. Centro de la jornada fue la celebración eucarística que reunió en la Catedral a pastores y fieles de distintos ritos católicos presentes en Turquía. Asistieron también el patriarca ecuménico, el vicario patriarcal armeno apostólico, el metropolita siro-ortodoxo y exponentes protestantes. Juntos invocamos al Espíritu Santo, el que hace la unidad de la Iglesia: unidad en la fe, unidad en la caridad, unidad en la cohesión interior. El Pueblo de Dios, en la riqueza de sus tradiciones y articulaciones, es llamado a dejarse guiar por el Espíritu Santo, en actitud constante de apertura, de docilidad y de obediencia.
Nuestro camino del diálogo ecuménico, y también de nuestra unidad, de la Iglesia católica, quien hace todo es el Espíritu Santo, a nosotros nos toca hacer, acoger, ir detrás de sus inspiraciones.
El tercer y último día, fiesta de san Andrés apóstol, ofreció el contexto ideal para consolidar las relaciones fraternas entre el Obispo de Roma, Sucesor de Pedro, y el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, sucesor de apóstol Andrés, hermano de Simón Pedro, que ha fundado esa Iglesia. Renové con Su Santidad Bartolomé I el compromiso recíproco de proseguir en el camino hacia el restablecimiento de la plena comunión entre católicos y ortodoxos. Juntos hemos firmado una Declaración conjunta, un paso más de este camino. Fue particularmente significativo que este acto se haya realizado al final de la solemne Liturgia de la fiesta de san Andrés, a la cual he asistido con gran alegría, y a la que le siguió la doble Bendición impartida por el Patriarca de Constantinopla y del Obispo de Roma. La oración, de hecho, está en la base de todo diálogo ecuménico fructífero bajo la guía del Espíritu Santo. Que como he dicho es el que hace la unidad.
El último encuentro, esto ha sido bonito pero también doloroso, fue con un grupo de niños refugiados, acogidos por los Salesianos. Para mí era muy importante reunirme con algunos refugiados de las zonas de guerra de Oriente Medio, ya sea para expresarles mi cercanía y la de la Iglesia, como para subrayar el valor de la acogida, en la que también Turquía está muy comprometida. Doy las gracias una vez más a Turquía por la acogida de estos refugiados, y doy las gracias de corazón a los salesianos de Estambul. Estos salesianos trabajan con los refugiados, son buenos, también me reuní con otros padres, un jesuita alemán y otros que trabajan con refugiados. Pero ese oratorio salesiano de los refugiados es algo bonito y un trabajo escondido. Agradezco mucho a esas personas que trabajan con los refugiados. Y recemos por todos los refugiados y para que desaparezcan las causas de esta plaga dolorosa.
Queridos hermanos y hermanas. Dios omnipotente y misericordioso continúe protegiendo el pueblo turco, sus gobernantes y los representantes de las distintas religiones. Puedan construir juntos un futuro de paz, para que Turquía pueda representar un lugar de coexistencia pacífica entre religiones y culturas diferentes. Rezamos además para que, por intercesión de la Virgen María, el Espíritu Santo haga fecundo este viaje apostólico y favorezca en la Iglesia el fervor misionario, para anunciar a todos los pueblos, en el respeto y en el diálogo fraterno, que el Señor Jesús es verdad, paz y amor. Solo Él es el Señor. Gracias

Texto traducido por ZENIT